La ciudad más antigua de Tamaulipas recibió el título de Pueblo Mágico en 2011, pero no solo son sus 400 años los que narran por sí solos la historia de este poblado que se localiza en la Sierra Madre Oriental, sino sus sabores; como el de sus nieves de garambullo o pitahaya; sus atuendos, como el de la original cuera tamaulipeca, hasta su arquitectura colonial, visible en sus calles, sus templos y su Plaza de Armas.
En el contrastante paisaje que mezcla el desierto con el bosque, Tula se erige a 1170 metros sobre el nivel del mar. De clima cálido-seco y ambiente relajado, hasta su último censo registró una población que apenas rebasaba los 10.000 habitantes, mismos que reciben el gentilicio de tultecas y se dedican en su mayoría al cultivo de plantas de olivo, por lo que también se le conoce como “El Olivar de México”.
El escritor David Toscana, retrata en su novela “Estación Tula”, la ciudad adornada con elementos tomados de la imaginación y otros tantos mezclados con hechos históricos muy a su modo interpretativo, incluyendo personajes que con nombres prestados, hacen alusión a otros bien conocidos en los archivos del México porfirista, como el mismo presidente y quien fuera su segunda esposa, doña Carmen Romero Rubio, oriunda del pueblo serrano.
Y es que la presencia de esta pareja conformada por Don Porfirio Díaz y su joven cónyuge, marcó definitivamente la apariencia de Tula, que luego de 130 años conserva entre cada cornisa y fachada de sus edificios la característica influencia porfiriana, que dicho sea de paso fue una motivación inculcada por el gusto refinado de la entonces adolescente de 17 años, al hombre de 51 con quien contrajo nupcias y que gobernó el país de 1884 a 1911.
Hoy, la ciudad que en 2017 cumplió cuatro siglos, recibe al turismo con actividades culturales y gastronómicas que bien pueden combinarse en una misma exhibición, como deleitarse con unas imperdibles enchiladas tultecas mientras se disfruta de la presentación de alguna de sus danzas autóctonas, como la de “A pie” o “A caballo”, que se realizan durante festividades religiosas pero también se presentan como parte de la oferta turística.
A decir de la oferta hotelera, dentro del destino y sus alrededores, se puede encontrar alojamiento cómodo además de tranquilo. Sencillos como es el Hotel Casa de los Rombos o con mayor capacidad, como la Quinta San Jorge, que cuenta además con salones y espacios para eventos. Al localizarse en un radio aproximado de 1 kilómetro de distancia, esto permite disfrutar de más tiempo para cenar y recorrer el centro de noche.
Otro de los sitios que complementan la visita a Tula, se localiza a tan solo ocho kilómetros. El sitio arqueológico de Tamapul, resguarda en su centro a la llamada pirámide de El Cuizillo, un edificio cónico de tres niveles, labrado y pulido sobre piedra, que alcanza los 12 metros de altura y un diámetro de 41 metros, lo que significa que es el montículo arqueológico más grande del estado y uno muy longevo, que data de los años 600 al 900 de nuestra era.
Aunque su función inicial no fue convertirse en un atuendo de moda, la cuera tamaulipeca se convirtió con los años en un objeto de lujo para las galas en el estado. Comenzó cumpliendo la misión de proteger a los vaqueros del frío y las ramas de los árboles, por esa razón se confeccionó desde entonces en gamuza de venado, pero al gozar de popularidad entre los hombres, se decidió durante la década de los 60 en el periodo presidencial de Norberto Treviño Zapata, crear la versión femenina, que consta de falda y chamarra.
Hoy más que una prenda utilizada por famosos o amantes de la moda, es el traje típico del estado, su creación requiere además de creatividad, de tiempo y disciplina, pues cada pieza puede llevar de tres a cinco días para su elaboración y los bordados al reverso no obedecen a un mismo patrón, aunque estos sean muy parecidos, sino a diversas variedades y sellos que cada casa de diseño borda en ellos, haciéndolos únicos e irrepetibles.
Ya sea por un día o un fin de semana, Tula, que junto con Mier forma parte de los dos Pueblos Mágicos de Tamaulipas, propone una agenda para explorar su legado histórico y su riqueza ancestral, la calidez de su gente y la musicalidad de sus danzas, que deleitan con el ánimo festivo de igual manera en que lo hacen sus celebraciones y su cocina, que motiva a los viajeros a tomar el volante y dirigirse hasta su encuentro.
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